domingo, 12 de agosto de 2007

IGUAZÚ

Perdona, ¿me puedes repetir tu nombre? Se lo vuelvo a dar con una sonrisa. No me importa que no se acuerde de mi nombre yo me acuerdo del suyo por que lleva un etiqueta que lo dice. Es que llevo poco tiempo en esto y aún no lo controlo, Además soy muy malo para los nombres y muy mal fisonomista. Quien me habla es el guía, Pedro, un cura reciclado. Somos un pequeño grupo de viajeros, un matrimonio de Buenos Aires con dos hijos preadolescentes y yo. Vamos a pasar el día en Brasil a ver las cataratas desde el otro lado. En la primera parada señala un árbol: aquél de allá es la oreja de negro, cuando nos acerquemos ya verán el porqué. Yo saco de mi bolsillo un fruto de ese árbol y lo muestro con algo de falsa humildad. ¿Cómo esta? Se queda un poco cortado. Me regaño a mi mismo, no es el típico guía con una seguridad prepotente que confunde epifitas con bromelias o da nombres al azar con la seguridad que nadie lo sabrá. Es una buena persona, con 40 años, alto, complexión atlética, rasgos proporcionados, con aspecto varonil en lo físico y muy suave en las maneras. Y una cara de buena gente que no puede con ella. No se siente ni nunca se sentirá bien. Estuvo en una orden religiosa desde pequeño, después él quería ser misionero y Filipinas era su meta. Pero le ofrecieron tres destinos y ninguno era ese país. Escogió ir a Japón. Estudió japonés. Lo habla correctamente, aún no se me ha olvidado y cuando encuentro a alguno repaso. Allí estuvo cuatro años hasta que recibió noticias de su padre, estaba enfermo, alcoholismo dice después de algunos rodeos, además su madre también sufría del corazón. Tuve una crisis, y tuve que elegir entre aquello y mi familia, me costó mucho. Así que dejó la orden, parece que no muy bien. Él quería continuar en la vida seglar pero era el mayor de los hermanos y se sintió obligado a abandonar su carrera y ponerse al cuidado de su familia. Su padre se curó pero él ya fuera de la orden se tuvo que buscar la vida. Tuve una chacra, un ranchito, pero con la crisis tuve que dejarla, aprendí muchas cosas como fabricar pólvora casera, romper piedras sin dinamita... pero la situación del país le desbancó, y tuvo que dejar el terreno. Se casó y tiene dos hijos, la niña grande tiene seis años y es muy inteligente, pero no podemos mandarla a un colegio privado, nos habremos de conformar. Además una viene en camino, no la buscábamos, pero ahora ya le estamos dando la bienvenida. La recibiremos con alegría. Trabajaba en una empresa maderera. Tenía a su cargo a un seis personas y cobraba 200 dólares, pero no podía ascender a más. Aquí, de guía no gano más pero tengo más posibilidades de progresar,¿quién sabe? quizás pueda montar mi propia empresa, tengo aún contactos con Japón y con ayuda de otros tal vez pueda. Hace ya un rato que hemos dejado a los demás y me ha traído aquí. Me cuenta todo esto en una pequeña colina desde donde se divisan los dos ríos que separan tres países Brasil, Argentina y Paraguay. Hace unos años los políticos hicieron un monumento patético en cada una de las orillas. Su casa está a 200 kms de aquí. Le interesa mucho que le de mi opinión sobre su profesionalidad como guía, me pide que le conteste con sinceridad. Le digo que me parece una persona responsable, sincera y muy entregada. Cada noche hago un repaso e intento ver en que puedo mejorar. No sé que decirle. Nos despedimos yo deseándole suerte, tengo la sensación de que me pide ayuda pero no veo de que manera puedo ayudarle.

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