miércoles, 12 de diciembre de 2007

Julian es vasco. Te acoge en su pequeño grupo y te da la bienvenida. Es alto y de complexión atlética aunque los años le hacen asomar una incipiente barriguita. Frente estrecha, cabeza grande y nariz pequeña. Aunque sus padres son andaluces su apariencía física concuerda con la fisonomía que todos tenemos de los vascos. Deben ser las tapas y el paisaje verde. Levanta la voz al hablar y, cuando discute creyendo tener la razón, cosa que me parece que es casi siempre, adelanta el mentón y tira los hombros hacia atrás. Si alguien paga cierta cantidad por un objeto manifiesta públicamente que le han tomado el pelo, pero si es él que paga la misma cantidad, es la mejor inversión. Si algún día soy así me lo decís.

martes, 11 de diciembre de 2007

ECONOMÍA PLANIFICADA

Tiene 24 años, viaja junto con su cuñado, de una edad parecida a la suya, su hijo de 7 y su sobrino de edad similar. Está, como casi todos los que suben a la barca, fuerte y sin un gramo de grasa. Lleva tatuado de manera muy precaria en el hombro derecho un corazón y dentro un nombre y una fecha. Llevan a vender siete chanchos a Iquitos, se les ve algo esqueléticos. Es que necesitamos dinero ahora, si no los tendríamos engordando unos meses más. A menos de un euro el kilo de carne espera sacar unos 350 euros. El transporte casi se le comerá un 10%. La familia de su padre es de Iquitos, pero hubo una crisis y se fueron a la selva, allí viven sus padres con sus siete hermanos y las respectivas parejas. La selva no es de nadie, vas a un sitio, a este por ejemplo, y señala una zona boscosa en la ribera del rio, la prendes y construyes una cabaña. Plantas maiz, bananas, arroz en verano, lo que quieras y la chacra es tuya. Nadie te puede echar. Solo tiene un hijo de siete años, planifican, dice. Depende de como vayan las cosas tendrán otro. Lo mejor que se puede dar a un hijo es educación.

domingo, 9 de diciembre de 2007

A PUNTO DE SALIR DE ARGENTINA

Tomo un remi que me llevará al aeropuerto, vuelvo a coincidir con Toni el torito. Es de Simoca. Es el conductor del remi aunque no el propietario. No para de hablar, y cantar: Cuando sale la luna en Simoca todo el brillo te ha de consolar. Dice Mamita continuamente como coletilla. Me cuenta como es la fiesta de Suky, allá en Simoca, allí la comida tiene sabor, no como acá. Y me habla de los tamales, de las humitas, los aloja, de lo bueno que está todo y que en Buenos Aires no se sabe comer; de la 413 una caña de azúcar que es la más dulce; de la fiesta del 24 de septiembre, la virgen de la Mercedes... Me ofrece comprar un auto o dos y que él se encargará de conducir, podemos vivir de esto, me asegura. Ahora que me voy y que me cuesta desprenderme de la rutina del viaje, me sabe mal romper un negocio que promete ser tan lucrativo, le digo, que vale, que de acuerdo, que porque no, me despido de él con un sincero apretón de manos.

sábado, 8 de diciembre de 2007

EN EL UYACALI

Es una señora de unos cincuenta años vivaz y con una mirada inteligente. Está sentada en su hamaca viendo como los demás vamos ocupando el espacio. Cuando ya me he instalado nuestras miradas se encuentran. Me saluda sonriente.
-Buenos días.
-Buenos días.
-¿Viaja solo?
-Si.
-Pues vale más viajar solo que mal acompañado.
-Eso dicen.
-¿xxxx?
-¿Perdón?
-¿Su esposa?
-No tengo esposa.
-¡Ah!
-Vale más viajar solo que mal acompañado.

viernes, 7 de diciembre de 2007

EL FILODENDRO

Fernando con su mujer y sus dos hijos preadolescentes están de viaje de turismo. Hasta el corralito era un ingeniero bien colocado en una multinacional que viajaba por el mundo supervisando equipos instalados por su empresa. Con la crisis la empresa suprimió toda la sección donde trabajaba. Montó una empresa con otros compañeros y va tirando. Se siente acompañado por su mujer y sus dos hijos, inteligentes, educados, el pequeño es el campeón de ajedrez de su escuela. La culpa, dice cuando hablamos de la situación del país, es de los políticos. Caminamos por un sendero, el guía nos enseña una epifita, un filodendro que esta enganchado a un árbol. Es la oreja de elefante, dice. Alguien comenta que no se parece mucho a una oreja de elefante, es lógico, respondo, porque en Argentina no hay elefantes.

jueves, 6 de diciembre de 2007

MEDIO DIALOGO

Es un bar de Ciutat vella que aún no se ha convertido en diseño y al que todavía no deben entrar turistas. Techo bajo, olor a frito incrustado, todo rezuma a grasa. Hay un teléfono al lado de la barra. Una señora muy mayor habla a gritos. Lleva una mantilla negra de ganchillo, una muleta de plástico gris, un bolso grande marrón y una bolsa de supermercado.
-¿Elena?
-...
-Tengo úlcera... No me habla para nada tu madre.
-...
-Está en la cama mala.
-...
-Está mu mala.
-...
-¿Tas bien tu?
-...
-¿Y la conchita?
-...
-A lo mejor paso la navidad en el hospital.
-...
-Si. Pero tu madre no me habla.
-...
-Quiero que venga a verme.
-...
-Adios.
Recoge la muleta con una mano y la lleva hasta una mesa. Lleva medias color carne y una venda en la rodilla izquierda. Se sienta.
-Un café con leche. -Le indica al camarero.
-¿Sacarina? -le pregunta este.
-No, no me hace falta sacarina. Estoy sana. Estoy mala de to menos de enfermedades. De esas ni una.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

MUSEO DE POLICIA EN JUJUY

Paso por delante del museo de la policía, nunca he visto ninguno. Entro. Me recibe una mujer de mediana edad que por los galones es sargento. Me introduce a la primera habitación: reliquias de uniformes y utensilios para apagar el fuego (parece ser que en un principio lo de ser policia y bomberos era todo uno). Armas, fotos de los caídos en el deber, todo muy cuidado, muy bien puesto. En la segunda sala me pregunta que de dónde soy. Me cuenta que su sobrina está en una ciudad de España que no recuerda el nombre. Se fue de aquí porque no tenía trabajo, su marido tiene trabajo pero ella está triste y llora cada día. Este país no tiene futuro, la gente se recibe y luego no hay laburo, mi hijo estudia pero me dice ¿y después qué? No hay trabajo, la gente debe irse del país. La culpa es del gobierno. Aunque los ojos están brillantes contiene el llanto. No sé que decir. Miro los paneles pero ya no tiene mucho interés para mi.

martes, 4 de diciembre de 2007

EL NIÑO DE UNOS TRES AÑOS

El niño, de unos tres años, está ligado a su madre, aparte de por un presunto amor filial, por una correa de lona de rayas blancas y azules atada a su muñeca izquierda.
El niño, aburrido, no deja de revolcarse por las moquetas del aeropuerto llenando sus manos de ácaros y restos vaya usted a saber de qué. O quizás sea el niño el que ensucien la moqueta con sus restos de piel, babas, mocos y todas esas cosas que produce un niño de unos tres años.
El niño, sentado en el asiento contiguo al mio, se repantinga y empieza a darme pataditas. Lo miro con cara feroz, pero eso apenas solo le impresiona, y paraliza, unos segundos.
El niño de unos tres años tiene la boca roja. No, no es sangre debido a una bofetada educativa o a un accidente gravitacional, es que lame una piruleta de ese color, o quizás es la piruleta, que como no tiene ojos, al buscar la lengua (las piruletas se alimentan de babas, principalmente las que produce la lengua) tropieza con el resto de la cara.
La madre con una sonrisa y la mirada intenta disculparse por tener un hijo así. Le quita la piruleta, a pesar de las quejas del niño, y se la pone en su boca. A cambio le pone al niño un chupete. Este cambio hace que el niño parezca más pequeño, más inofensivo.
El niño dirige a la madre por los pasillos del aeropuerto con su correa de lona de rayas blancas y azules.
La madre, le grita: "Diego, no corras".

lunes, 3 de diciembre de 2007

PREGUNTAS INCÓMODAS

Llevamos tres días recorriendo el altiplano boliviano. Somos cinco turistas y el guia. Una de las parejas es brasileña. Son jóvenes. Él es médico, bajito, con barba densa y con tendencia a los kilos. Ella está acabando medicina, es dulce, guapa y animosa. Durante el trayecto hemos conversado bastante y hacen lo que se denomina comunmente una buena pareja. Falta un día para que nos separemos y nos damos nuestra dirección. Él la apunta primero y luego ella pide poner la suya. No sé por qué me choca, durante las conversaciones había sacado la conclusión que vivían juntos.
-¿No vivís juntos?-pregunto.
-No. -Contesta ella. Por primera vez desde que nos conocemos se ha creado un silencio artificial. Desagradable.
-Vaya.-Digo por decir algo.
-Si quieres saber el por qué preguntaselo a él. -Dice señalándolo. -Después de este viaje no nos veremos más. -Se levanta y se va. Sigue habiendo un silencio pero ha bajado la tensión. Él parece obligado a dar una explicación:
-Eramos pareja y teníamos decidida este viaje, pero rompimos unos meses antes. Lo hablamos y decidimos hacer el viaje. Aunque cuando volvamos no volveremos a salir.

domingo, 2 de diciembre de 2007

TAPEANDO

Pido unas bravas, unas croquetas de jamón y una cerveza. El bar de tapas es amplio y agradable aunque abusan de los ajos, de los pimientos colgados y de las copias baratas de fotos antiguas. El local está casi vacío. Mientras la camarera, una joven de apariencia y acento centroamericano, me atiende, un joven ventiañero, que está en el otro extremo de la barra, reclama su atención. La llama con la intermitencia de los bebidos, como si a veces se le olvidase, pero cuando vuelve lo hace casi a gritos. La camarera le contesta que ahora va, que esta ocupada. El joven sigue insistiendo.
-India, ¿puedes venir?
La camarera tira la caña al estilo de Madrid. Sin inmutarse. A la segunda vez que le llama india un cliente, treintañero, con gafas, de complexion atlética y algo bajito, se levanta y se acerca a él.
-¿Pero quien eres tú para insultarla, desgraciado?
El joven borracho pierde de golpe su atrevimiento.
-Se lo decía con todo el respeto, que conste.
-Si eres un mierda, cacho hijo puta,
Eh! Sin insultar. ¡Eh! -Aunque sigue manteniendo una distancia respetuosa con el otro le ha desaparecido la humildad. -Que mi madre no tiene nada que ver.
El bajito se quita las gafas y se las da a un acompañante se acerca y le pega un puñetazo más visible que efectivo en el antebrazo del otro. Este retrocede hacía atrás de manera teatral. El que ha recogido las gafas le dice algo al salvador para que este cese. Uno que se pone al lado del borracho le dice también algo a este. El borracho exclama:
-¿Y qué que sea policía?
El bajito se ha puesto las gafas y habla con otro compañero corpulento que parece que le animan a dejar el asunto.
El borracho se va animando:
-Yo no soy un hijo de puta.
Nadie le presta atención.
-El hijo de puta lo serás tú.
El bajito le mira con las gafas puestas. Hace ademán de acercarse pero sus compañeros le paran. El otro sigue:
-Tú si que eres un hijo de la gran puta. ¿Me oyes?. El que había hablado con el borracho intercede para que se calle, pero este sigue dale que te dale.
-Eres un mamaracho y un hijo de la gran puta. ¡Payaso!
El bajito hace que se interesa por la conversación de los otros e incluso hace que ríe. Pero el borracho grita:
-Hijo de la gran puta.
El bajito se quita las gafas y, aunque los otros le consiguen placar y evitar que se acerque, le da una patada no demasiado consistente al borracho.
Del sótano sale el encargado y otros camareros, agarran al borracho que se queja y lo sacan fuera. El bajito y los otros se sientan en su mesa.
-Es que no se puede permitir que se metan con alguien que es de fuera y que solo viene a trabajar. Yo he trabajado fuera y sé que es eso.
El encargado, un hombretón aún joven se acerca a la camarera:
-Fanny, si se te meten contigo llámanos, te lo tengo dicho. Después de lo que suena a suave bronca le pide una sonrisa. Fanny accede con una sonrisa postiza. Parece que todo lo que ha sucedido no tuviera nada que ver con ella. Me pregunta si deseo algo más, le digo que otra actuación.
-Esto no es nada una vez me intentaron pagar con un billete falso. Le dije que lo era y me lo tiraron roto a la cara. Me llamaron de todo.

sábado, 1 de diciembre de 2007

BARCELONA POSTOLÍMPICA

La barbería es de las de toda la vida. No es de las antiguas antiguas si no las que vinieron después en los setenta: un mueble corrido en toda la pared de contrachapado simulando madera y encima (y en la otra pared) un espejo de punta a punta para dar amplitud al espacio reducido del local. Arriba, y en medio, una vitrina de vidrio que contiene los productos cosméticos estrella. Los asientos son de sky marrón imitando cuero. El elemento más nuevo es una televisión de 14" preplasma colgada en un rincón. Hay dos barberos. Llevan una bata con el logotipo de la barbería. Uno debe tener los cuarenta y muchos, gordo y con la piel rosada. Lleva el pelo casi a cero aunque no puede disimular una alopecia frontal. Se mueve lento y habla lento, pero es el que da las órdenes. El otro debe tener unos cincuenta y pico, la calvicie es de la frente a la coronilla pero los pelos que le quedan los lleva hasta los hombros. Recuerda, no sé por qué, a un exmiembro de un grupo de rock de los 80. Cuando entro están cambiando un fluorescente. El que manda le da instrucciones al otro que está en un taburete escalera.
-Sácalo con cuidado. Que no se rompa el... El... pivotito, esos dos que tiene en la punta... Es de metal... No sé si me explico.... Quiero decir que es... frágil.
El del pelo largo saca el fluorescente y se lo da. Este va a la trastienda y saca un fluorescente nuevo todavia con su embalaje. Se acerca al taburete y se sube. Duda un instante y se baja.
-No estoy muy fino.
El exmiembro del grupo de rock que me ha empezado a cortar el pelo se dirije a mi:
-¿Tiene mucha prisa?
-Tranquilo. Le digo señalando con la barbilla hacia el fluorescente.
El hombre se encamina hacia el taburete con poca conviccion.