martes, 4 de diciembre de 2007

EL NIÑO DE UNOS TRES AÑOS

El niño, de unos tres años, está ligado a su madre, aparte de por un presunto amor filial, por una correa de lona de rayas blancas y azules atada a su muñeca izquierda.
El niño, aburrido, no deja de revolcarse por las moquetas del aeropuerto llenando sus manos de ácaros y restos vaya usted a saber de qué. O quizás sea el niño el que ensucien la moqueta con sus restos de piel, babas, mocos y todas esas cosas que produce un niño de unos tres años.
El niño, sentado en el asiento contiguo al mio, se repantinga y empieza a darme pataditas. Lo miro con cara feroz, pero eso apenas solo le impresiona, y paraliza, unos segundos.
El niño de unos tres años tiene la boca roja. No, no es sangre debido a una bofetada educativa o a un accidente gravitacional, es que lame una piruleta de ese color, o quizás es la piruleta, que como no tiene ojos, al buscar la lengua (las piruletas se alimentan de babas, principalmente las que produce la lengua) tropieza con el resto de la cara.
La madre con una sonrisa y la mirada intenta disculparse por tener un hijo así. Le quita la piruleta, a pesar de las quejas del niño, y se la pone en su boca. A cambio le pone al niño un chupete. Este cambio hace que el niño parezca más pequeño, más inofensivo.
El niño dirige a la madre por los pasillos del aeropuerto con su correa de lona de rayas blancas y azules.
La madre, le grita: "Diego, no corras".

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