Alejandro. Veintipocos. Rubio, agraciado y con un semblante serio que parece más impuesto que propio. Es el encargado de un pequeño locutorio con internet que el funcionario de correos ha puesto y él se encarga de controlar. Su mujer está allá junto a él, embarazada y feliz. Serían como dos representantes del buen salvaje pero con ascendencia europea, desinhibidos, dicen lo que piensan sin importarles que imagen puede tener el otro de ellos. Me miran y les hace gracia casi todo lo que digo y lo que hago. Estoy creando un estereotipo para ellos, hace un tiempo apareció un canadiense por allí, no resultó simpático y ahora todos los canadienses se antojan antipáticos. Su mundo es limitado, como máximo han viajado a una ciudad que dista a unos 80 km. No parece importarles el no conocer demasiado este mundo, no tienen muchas ambiciones más allá de ese niño que esperan y de ese sueldo que se antoja escaso, tampoco tienen demasiada cultura, ni inquietudes, pero no les hace falta, son simplemente buena gente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario