viernes, 24 de agosto de 2007

EN AUTOCAR CERCA DE LLEIDA

La madre rubia con mechas y como inflada está sentada al lado de la ventanilla. A su lado, en el asiento del pasillo, el padre reciente cuarentón y aún en buena forma física aunque la barriga es de 7 meses. Cruzando el pasillo está un niño de un año, a lo sumo año y medio. Y al lado de la ventana una niña de unos 5 años. El padre le da un chuche al niño y le dice:
-Este es el último.
El niño se lo come. Cuando acaba le pide más extendiendo la mano y diciendo algo así como pa-pa-pa-pa. El padre le dice que ya está, que era el último.
El niño se pone a llorar. El padre le dice:
-Ya te he dicho que era el último.
El niño llora con una potencia de uno 80 decibelios. El padre dice:
-Ya puedes llorar que no hay más chuches.
El niño llora con una potencia de 100 decibelios. El padre le dice:
-Vas fresco si crees que te voy a dar más chuches.
El niño llora a 110 decibelios. El padre después de unos 30" de escuchar el llanto le dice:
-Me los he comido todos yo. Me he fartao de chuches.
El niño para de llorar, unos 5". Simplemente estaba cogiendo aire. Sigue llorando con una intensidad desconocida ya que ha roto el aparato medidor.
-Puedes llorar toda una hora, hasta que lleguemos a casa.
El niño llora de manera intermitente, como las sirenas de la policía o de la ambulancia. Igual pasa un minuto o quizás toda una vida. El padre dice:
-Mira el arbolito.
No se escucha ningún cambio perceptible. Pasan unos segundos. Quizás hasta un minuto, quizás el resto de otra vida.
-Bueno, te doy uno pero te callas.
Se lo da. Durante unos segundos el silencio es tan evidente que parece que el autocar no tenga motor y que simplemente volemos.
Al cabo de un rato el niño empieza a mostrarse inquieto y el padre se lo pone encima. Durante el resto del viaje juega con él, utilizando un tono de voz superior al que utilizaría en el salón de su casa.
Justo antes de bajar del autobús comenta a su mujer:
-Pues no ha sido tan tormentoso el viaje como pensaba.

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