viernes, 10 de agosto de 2007

EN BUENOS AIRES

Andrés vive con su gato; lo quiere, le da besos en los morros y le habla como si hablase con un amigo. Le digo: te falta una novia, y se ríe. Tiene treinta y pocos a pesar de lo cual el cabello huye de su amplia frente y se refugia hacia atrás en su media melena. Hace bromas muy serio y sonríe cuando te escucha. Para, para, te interrumpe en tu discurso y te pregunta algún detalle que a él se le antoja importantísimo. No puedes evitar reirte con él. Te hace notar su presencia de anfitrión acogedor sin imponértela. Uno se da cuenta de la entropia al ver como el polvo se acumula en todos los rincones de la casa. Excepto en la nevera, donde nuevas variedades de hongos crecen sobre los alimentos medio consumidos. Aún tiene unas revistas que le regalé el año pasado encima de la mesa del salón. Quizás cinco centímetros más a la derecha de donde recuerdo haberlas dejado. A veces duerme vestido y se pone desodorante encima de la camisa. ¿Prolijo? No, mas bien no. Sin embargo tengo la convicción de que no es así, que vive en una situación temporal. Se lo repito: Te falta una novia. De dos patas.

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