lunes, 3 de septiembre de 2007

TANGALANGA

Parece una leyenda urbana: un hombre envía un casete a un amigo suyo hospitalizado. Es una grabación casera de las llamadas que este ha hecho a diferentes personas. Buscando cualquier excusa se mete con el incauto. Si es profesor de una escuela de inglés le acusa que ha metido mano a su hija y que esta solo habla de sexo desde aquel día; si es un mecánico que no le ha arreglado bien los frenos; si tiene palomas que se le cagan en la ropa tendida; con la excusa que hace una encuesta telefónica para saber la opinión sobre un partido de fútbol se mete con el interlocutor y le acusa de todo... Busca la confrontación directa y suele acabar mentándose la madre y utilizando un florido e imponente vocabulario de insultos y sinónimos. Cuentan también que este personaje es anónimo y que nadie le conoce. Las cintas se pasaban de mano en mano dándose un curioso mercadeo de cintas de origen desconocido. Llegó incluso a salir en un programa de televisión, sin que se le viese la cara, con llamadas en directo. Lo que impresiona de estas grabaciones es el desparpajo del Sr. Tangalanga (utiliza diversos apellidos) para buscar el agravio fácil y si no sentimos una identificación con el agredido (o no tanto como las convecciones sociales nos obligarían) es por que el Tangalanga se mantiene distante en el insulto, sin sentirse implicado. Acaban las conversaciones sin arreglo posible, colgando el interlocutor o utilizando por parte de este el mayor de sus insultos conocido.

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