lunes, 4 de mayo de 2009

MIEDOS EN EL EIXAMPLE

En la granja donde desayuno una de las empleadas está mirando, con cara de pocos amigos, hacia afuera. Le pregunto si pasa algo y me contesta, señalándome a una joven que está detrás suyo, que ese negro de fuera estaba molestando a la chica y que ella, asustada, se ha metido en el local. No se atreve a salir. Me ofrezco a acompañarla a su casa. La empleada le asegura que soy de confianza (¡si supiera!). Salimos y el causante del miedo está hablando por el móvil de manera animada. La chica pasa sin atreverse a mirarlo. Debe tener unos veinte años, es alta, rubia y, todo hay que decirlo, sobrecargada de peso. Le pregunto mientras andamos si le ha molestado, ella dice que no, que le ha dicho algo y que no le ha entendido pero que ha tenido miedo y eso ha hecho que se metiese en el local. Le digo que en un domingo soleado casi al mediodía en mitad del eixample le podría haber contestado que no la molestase. Cuando lo acabo de decir me doy cuenta que es un consejo estúpido. Ella insiste en el miedo. Además, esta gente, argumenta,  no sabes como puede responder. En la esquina se encuentra a unos conocidos. La dejo en buenas manos y vuelvo a la granja.

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