domingo, 13 de abril de 2008

EL CRISTAL CON QUE LO MIRAS

Es alto, atlético y rasgos con personalidad. Su mayor atractivo, diría yo, son sus ojos claros que utiliza para seducir o para amedentrar. Hasta ahora ha jugado con la ambivalencia, siguiendo la analogía de Peter Ustinov en Espartaco le gustan los caracoles y las ostras. Sus gustos son tan discretos que en anterior trabajo se lió con su jefa directa. A pesar de llevarlo en secreto los compañeros lo sabían y lo tenían como modelo de supermacho. Eso le permitia, en el vestuario, tocar algún culo o alguna espalda sin que nadie sospechara nada. Pero ahora es diferente. Le ha conocido. Está enamorado. Llega casi con la lengua fuera.
-Lo siento, - se disculpa- me han robado la moto.
-Joder. ¿Cómo ha sido?
-Me dejé las llaves puestas.
-Vaya putada. Pero no pareces muy enfadado.
-¿Qué quieres? Amo y deseo a Albert y soy correspondido. Acabo de montar mi propia empresa y no voy mal de dinero. Tengo salud. ¿Qué más puedo pedir? Que le aproveche al ladrón.

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